lunes, 29 de mayo de 2023

¿QUIÉN ES DIOS? ¿LE CONOCEMOS, LE ENTENDEMOS?


El fundamento de todo conocimiento de Dios debe ser una clara comprensión de Su perfección. Esto significa que un dios desconocido no puede ser adorado, servido o alabado. 

¿Cuáles son tus logros?¿tu educación? ¿Tu familia? Pero lo más importante es lo que piensas de Dios. Lo que importa no es lo que puedas decir o hacer en un momento determinado, sino lo que piensas, ¿por qué? Porque lo que pensamos de Dios determina todo lo que podemos llegar a ser. Hay una ley espiritual que dice, que tendemos a seguir la imagen de Dios en nuestras mentes y convertirnos en lo que imaginamos que Dios es. Si el Dios en nuestros corazones no tiene estándares, nosotros no tendremos estándares, y si el Dios en nuestros corazones no tienen absolutos, no tendremos absolutos. Si Dios es cruel y malvado, seremos crueles y malvados. Cuando nuestros pensamientos acerca de Dios son puros y santos, nos volvemos puros y santos. Si nuestro Dios es amoroso y bondadoso, nosotros también seremos amorosos y bondadosos. Si nuestro Dios es verdadero y eterno, viviremos para siempre. Si nuestro Dios es falso y temporal, entonces nosotros somos temporales y moriremos eternamente.

Creo que todos los problemas que tenemos son teológicos. Todos los que tienen una creencia correcta de lo que Dios es tendrán menos problemas que aquellos cuya creencia en Dios contradice su verdadera naturaleza. En otras palabras, aquellos que tienen una creencia correcta acerca de lo que es Dios, pero que malinterpretan a Dios, tendrán más problemas. Es difícil que haya errores doctrinales y fallas éticas que no puedan traducirse en ideas imperfectas y sin valor acerca de Dios. 

Si la idea de Dios es incorrecta o inapropiada, es imposible que una persona se adhiera a prácticas morales sólidas y valores y actitudes correctas.

La mayoría de la culpa y la decadencia la tienen las Iglesias, ellas han ido perdiendo el concepto de la verdadera santidad y majestad de Dios. En ellas han presentado a Dios como un amigo que no juzga, como un terapeuta. Sin embargo, Dios no es así. El pecado más grande que siempre ha existido y que hoy nos aleja más de Dios es la idolatría.

La idolatría no se trata solo de arrodillarse ante estatuas o adorar objetos visibles. La esencia de la idolatría es el mantener pensamientos acerca de Dios que son indignos de Él. La mente idólatra cree que Dios no es lo que realmente es, reemplaza al Dios verdadero con un Dios de acuerdo a su necesidad. Un Dios creado en la imaginación de la mente que puede ser digno, puro, cruel o bondadoso, según el estado moral de la mente del cual emerge. Mira lo que dice Dios: "Pensaste que era como tú". Salmo 50:21 Un Dios creado en la oscuridad del corazón humano no es comparable al Dios verdadero.

La idolatría comienza en la mente humana. La mente humana está inclinada al pecado de la idolatría, y es un terrible error pensar que el hombre civilizado está libre del pecado de la idolatría. Pablo nos enseña que, al inicio de la historia humana, aunque la humanidad conoció a Dios, no lo honraron como a Dios ni le dieron gracias; sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. (Rom. 1:21-23) Luego los hombres continuaron con sus actos horribles, impíos, inmorales, malvados y autodestructivos. Esta serie de eventos humillantes comenzó en la mente de aquellos que tenían conceptos erróneos acerca de Dios. La falta de respeto a Dios como Dios y la incomprensión a Dios son las fuentes de las que fluyen las aguas contaminadas de la idolatría y finalmente caen en el pozo del comportamiento autodestructivo del hombre.

La verdad es que casi todo lo que está mal en nuestra sociedad se debe al hecho de que como nación hemos estado perdiendo el conocimiento de Dios. Tal cual como se lo hace saber Oseas al pueblo de Israel. “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Más bien, “conocimiento “de Dios” Por cuanto desechaste el conocimiento,” El pueblo de Israel fue destruido no sólo por falta de conocimiento, sino porque rechazaron el conocimiento. Hoy sucede lo mismo.

Esta disminución de nuestro conocimiento de Dios trae consigo casi todos nuestros problemas. Redescubrir la majestad de Dios contribuirá en gran medida a sanarlos. El principal deber de nuestras iglesias es purificar el concepto de Dios hasta que sea digno nuevamente. Si podemos devolver el verdadero poder espiritual a nuestras vidas y sanar a nuestras naciones, entonces pensaremos en Dios como Dios en lugar de como pensamos que es Él ahora.

“Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos”. Oseas 4:6.

Adm. Hno. Douglas G. Guanipa.

Salvos por la gracia de Dios


La fuente, la base, de la salvación es Dios, no los hombres. Dios provee la salvación, cosa que el hombre no puede hacer, porque no puede proveerse un salvador (no puede morir por sus propios pecados). Ninguna filosofía, ningún código de preceptos morales, ninguna ley humana puede efectuar nuestra salvación. Aun la ley de Moisés, aunque era de Dios, no podía salvar al hombre, porque "la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados"(Heb.10:4) "Porque la ley... nunca puede... hacer perfectos a los que se acercan" estos versículos aclaran la obra de salvación. Todo es por obra de Dios, no nuestra. Somos salvos por la gracia de Dios por medio de la fe, todo, todo es don de Dios.

"La gracia de Dios, revelada en el evangelio de Jesús, es la única esperanza del hombre" 

No somos salvos por medio de nuestras buenas obras, así que no tenemos razón para gloriarnos. La única manera de salvarse es por gracia, que es el favor inmerecido de Dios. Si lo mereciéramos, no sería gracia. No somos salvos porque hemos sido buenos, porque hemos hecho cosas buenas, o hemos ganado la salvación de alguna otra manera.

La palabra de Dios (Biblia) nos enseña que no podemos ganar la salvación, Pablo nos dice en su carta a los Romanos 3:20 "ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado, También escribió en su carta a los Gálatas 3:10 "Porque todos los que son de las obras de la ley, están bajo de maldición. Porque escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas" Todos estamos justificadamente condenados al castigo eterno, a menos que Dios intervenga por gracia. Eso es precisamente lo que Dios ha hecho.

Dios nos da la salvación por su gracia y la respuesta es la fe,  Pero ni siquiera nuestra fe viene de nosotros. “No es de vosotros” esto quiere decir que no solo es por gracia, también es por fe, tenemos que creer para ser salvos, pero como estamos muertos en pecado no podemos creer. El hombre natural no puede entender las verdades del Espíritu (1 Cor 2:14). Nunca debemos olvidar que el Espíritu Santo es el que nos enseña las cosas de Dios, Dios tiene que dar vida a nuestro seco corazón. Dios tiene que dar vista a nuestros ojos ciegos. Dios tiene que dar entendimiento a nuestras mentes entenebrecidas. Por lo tanto, toda la obra de salvación es un milagro de Dios. Creemos en el evangelio y recibimos al Señor Jesucristo por fe, pero es Dios quien nos da el deseo, la capacidad y el entendimiento para hacer eso. Ninguno de nosotros puede gloriarse acerca de nuestra fe o de nuestra salvación, ya que es todo debido a la gracia de Dios de principio a fin.

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" Efesios 2:8-9

Colaboracion especial:  Pr. Marcelg Jimenez - Iglesia Ancla de Vida Cabudare - Venezuela 

Extraído del libro, “El corazón de la Biblia” por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.

Adm. Hno. Douglas G. Guanipa