Voy
a correr un riesgo. Es peligroso resumir en una sola declaración verdades
grandiosas, pero voy a intentarlo. Si una frase o dos pudieran captar el deseo
de Dios para cada uno de nosotros, diría lo siguiente:
Dios lo ama tal como es, pero rehúsa dejarlo así. Él quiere
que usted sea como Jesús.
Dios
lo ama tal como usted es. Si piensa que su amor por usted sería más fuerte si
su fe lo fuera, se equivoca. Si piensa que su amor sería más profundo si sus
pensamientos lo fueran, se equivoca de nuevo. No confunda el amor de Dios con
el cariño de la gente. El cariño de la gente por lo general aumenta con el
desempeño y disminuye con los errores. Pero no es así con el amor de Dios. Dios
le ama exactamente como usted es. Cito al autor favorito de mi esposa:
El
amor de Dios nunca cesa. Jamás. Aun cuando le desdeñemos, le ignoremos, le
rechacemos, le menospreciemos, le desobedezcamos, Él no cambia. Nuestro mal no
puede disminuir su amor. Nuestra bondad no puede aumentarlo. Nuestra fe no se
lo gana así como nuestra necedad no lo estorba. Dios no nos ama menos porque
fracasemos ni más porque triunfemos.
El amor de Dios nunca cesa.
Dios lo ama tal como usted es, pero rehúsa dejarlo así.
Cuando
mi hija Jenna tenía aproximadamente dos años solía llevarla a un parque cercano
a nuestro departamento. Cierto día ella estaba jugando en un montículo de
arena, y un vendedor de helados se acercó. Le compré una golosina, y cuando me
volví para dársela a la niña, vi que tenía la boca llena de arena. Donde yo
quería poner algo sabroso ella había puesto tierra
¿La
amé con su boca sucia? Claro que sí. ¿Era ella menos hija mía por su boca llena
de arena? Por supuesto que no. ¿La dejaría yo con la arena en su boca? Ni en
sueños. La quería exactamente como ella era, pero rehusé dejarla como estaba.
La llevé hasta un grifo de agua y le lavé la boca. ¿Por qué? Porque la quería.
Dios
hace lo mismo con nosotros. Nos lleva a la fuente. «Escupe la tierra, cariño»,
nos insta nuestro Padre. «Tengo algo mejor para ti». Así nos limpia
de nuestra inmundicia: inmoralidad, falta de honradez, prejuicios, amargura,
avaricia. No nos gusta que nos limpie; algunas veces preferimos la tierra en
lugar del helado. «¡Puedo comer tierra si se me antoja!» proclamamos
y nos enfadamos. Lo cual es cierto; podemos. Pero si lo hacemos, nosotros
perdemos. Dios tiene una oferta mejor. Quiere que seamos como Jesús.
¿No
son esas buenas noticias? Usted no está atascado con su personalidad actual. No
está condenado al «reino de los gruñones». Usted es maleable. Aun cuando se
haya afanado todos los días de su vida, no necesita afanarse el resto de su
vida. ¿Qué tal si nació como un intolerante? No tiene por qué morir siéndolo.
¿De
dónde sacamos la idea de que no podemos cambiar? ¿De dónde vienen afirmaciones
tales como: «Es mi naturaleza preocuparme», o «siempre he
sido pesimista. Así soy yo», o «tengo mal genio. No puedo evitarlo»?
¿Quién lo dice? ¿Diríamos cosas similares respecto a nuestro cuerpo? «Es mi
naturaleza tener una pierna rota. No puedo hacer nada para evitarlo».
Por
supuesto que no. Si nuestros cuerpos funcionan mal, buscamos ayuda. ¿No
deberíamos hacer lo mismo con nuestros corazones? ¿No deberíamos buscar ayuda
para nuestras actitudes agrias? ¿No podemos pedir tratamiento para nuestros
arranques de egoísmo? Por supuesto que podemos. Jesús puede cambiar nuestros
corazones. Él quiere que tengamos un corazón como el suyo.
¿Puede usted imaginarse una mejor oferta?Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
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